jueves, marzo 10, 2011

Tan fantástico cómo la ficción, pero más real

No crean todo lo que vean; no sean borregos, quítense la mentalidad de gregario.

Para todos aquellos que son legos en el ejercicio y análisis de la Política (sin importar de cual territorio), el Estado, y los hombres que lo comandan son, por derecho popular, y casi divino, aquellos que enarbolan la bandera de la verdad, si no absoluta, la más cómoda para el statu quo.


En este sentido, el filme “Cortina de Humo” -Wag The Dog, (1997)-, de Barry Levinson se ocupa, en clave de comedia de enseñarnos que la política no solo es el arte de lo posible, sino el arte de hacer posible lo imposible. Que sus límites no son delimitados por la moral y las buenas costumbres. Ni siquiera por la justicia. Tal política, cómo arte de gobernar y guiar borregos e idiotas útiles está guiada por un cuidadoso manejo de la sagacidad.

Aún cuando la mencionada película sea una brillante obra de ficción que satiriza lo que los poderosos hacen por el poder, se ve a gatas para igualar realidades tan absurdas en Colombia cómo el fraude electoral para la Presidencia en 1970, La Toma y Retoma del Palacio de Justicia, la Cárcel de la Catedral en Antioquia, los falsos positivos de las Fuerzas Militares durante el Gobierno de Álvaro Uribe y las falsas desmovilizaciones que hasta estos días han cobrado protagonismo en las agendas mediáticas, a pesar de que desde el inicio fueron cuestionadas. Y aún así, tal vez nunca sepamos si tales escándalos, increíblemente desplegados en las páginas y pantallas de los medios no sean sino una cortina de humo para tapar otros escándalos aún peores.

En la política colombiana hay un término muy popular entre los legisladores. Esa palabra es “Mico” y designa a todas aquellos movimientos sutiles que se adhieren a un proyecto de ley para beneficio de unos pocos o uno solo, pues bien, será ideal acoger la teoría del escritor colombiano Nahum Montt, quien en su más reciente libro acerca de los últimos días del inmolado Ministro de Justicia en el Gobierno Betancur, Rodrigo Lara Bonilla, “Lara”, logra que uno de sus personajes formule una buena teoría de desinformación: Los micos, al ser conocidos, sirven de pantalla para ocultar a los gorilas, las verdaderas intenciones que llegan incluso a modificar el espíritu mismo de la ley, y que además, pasan desapercibidos para todos, logrando su cometido.

La película mencionada anteriormente nos deja mucho que reflexionar acerca del papel de la desinformación y el engaño para alcanzar fines políticos, y descubrimos, luego de un análisis corto, que está más cerca de nosotros de lo que quisiéramos admitir. La política, según el filme, es una puesta en escena ligeramente más sofisticada que el séptimo arte y totalmente plausible. Lo que importa no es si un hecho sucedió, tanto cómo la forma de contarlo, según una agenda política o personal preestablecida.

Los medios, entonces hacen parte del sistema manipulando a la audiencia o dejándose manipular por las altas esferas de información y desinformación. No debe sonar esto cómo un trillado llamado de atención hacia las teorías de la conspiración y así, banalizando el hecho de que la política es un complejo juego de intereses entre individuos, organizaciones y Estados, los cuales buscan obtener el mayor provecho posible manteniendo desinformada y alegremente ignorante a su población.

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