A lo largo de la última década se ha notado el enorme efecto que la llamada globalización tiene en los mercados y en general, en el modus vivendi de las civilizaciones, porque el fenómeno globalizador no se circunscribe a la mera integración económica, sino que ningún aspecto de la cotidianidad, inclusive, escapa a este intento de fraguar una mancomunidad del tamaño del orbe.
Colombia, a la luz de los múltiples tratados suscritos con Estados Unidos –su mayor socio comercial- no se podía, ni mucho menos, quedar atrás, ya que compromisos del calibre del TLC le obligan a asumir el reto de competir de golpe, en un mundo tomado por las ideas neoliberales, pero que no cometió los errores de la “apertura” del presidente César Gaviria a principio de la década de los noventa y que pareció seguir las políticas del famoso Consenso de Washington, ya que, a diferencia de sus vecinos más temperamentales, Colombia ha sido un fiel seguidor y escudero de las políticas monetarias estadounidenses sin importarle mucho las consecuencias a largo plazo en la población y en su economía. Sin embargo, y de manera inexplicable, los resultados no fueron los esperados, esto trajo la consabida protesta y satanización del modelo neoliberal en Colombia.
En la actualidad, y después de años de proteccionismo, el país por fin acepta el reto de liberar las cargas inútiles del Estado y que no lo fueron tanto en tiempos anteriores. A este respecto, me parece apropiado resaltar el proceso de liquidación que se está llevando a cabo en el Instituto de Seguros Sociales (ISS) aun cuando hay ciertas improvisaciones para el apropiado –pero oneroso- gasto de trasladar a los usuarios hacia una EPS en concurso todavía. Después de esta muestra suprema de desprendimiento por parte del Estado colombiano para sanear y reordenar su economía, es posible entender que por fin ha llegado el momento de la bonanza, porque el Estado de deshace de sus joyas de la corona para dedicarse a legislar y fortalecer su presencia. Porque el Estado no debe ser banquero, textilero, asegurador, terrateniente ni en general, nada que le aleje de su objetivo específico de Laissez-faire, laissez-passer. Así la población se muera de hambre por culpa de un gobierno que solo legisla en la oscuridad.
En el mundo financiero se ha podido observar cómo se pone de moda –o de alternativa obligada- la figura de las fusiones y el riesgo compartido, mejor conocido por los expertos como Joint Venture; este fenómeno no ha sido ajeno a Colombia, ya que su popularidad se extiende de manera sorprendente, y no debería ser sorpresivo, ya que las grandes corporaciones acuden a estas figuras para abaratar costos y buscar eficiencia en todos los aspectos posibles. Las corporaciones que llevan a cabo estas por lo general son especializadas en algo en común.
Siguiendo las mencionadas tendencias, para nadie en el mundo de las finanzas ha sido un secreto que la banca mundial no ha sido ajena a este fenómeno, más aún, se ha convertido en protagonista destacado gracias a los fantásticos movimientos que han realizado a lo largo del mundo los que ahora se convierten en colosos financieros; todo esto lo veríamos desde la barrera, al estilo taurino si el enorme flujo de capitales no pasara por Bogotá; sin embargo, cómo en el país se cruzan muchos motivos políticos, estratégicos, militares y financieros, además de un gran potencial económico, es imposible entonces, estar ajeno al ajetreo. Es así cómo las grandes multinacionales posan sus ojos en un sistema económico que recién está saliendo de la coraza proteccionista y casi pueblerina en la cual las empresas convivían de manera tranquila, sin preocuparse por la competencia exterior, sin conocer las modernas técnicas que el nuevo orden económico mundial estaba imponiendo.
En otras palabras, el mercado bursátil y financiero colombiano se encontraba aletargado de manera más acorde con los años 70.
De esta manera, nos encontrábamos hasta hacía 5 años, con unos pocos bancos con más activos intangibles que otra cosa y a los cuales las corporaciones de ahorro y vivienda trataban de hacerles contrapeso sin mucho éxito. La banca no ofrecía un portafolio de servicios sino dos tipos de cuentas, y unos créditos con las más altas tasas de interés. Los bancos hacían lo que querían. No había competencia sólida. No había evolución. Y todo gracias al gobierno de turno.
Sin embargo, las empresas financieras no podrían ser ajenas por siempre a la apertura económica. Si el costo de vida aumentaba o si aumentaba la riqueza y eran requeridas inversiones de alto calibre, no servía una banca que estuviera hecha sobre el modelo casi macroeconómico, con sus cifras tan modestas. De lo anterior no parecían darse cuenta los poderosos “cacaos” del mercado bancario, que preferían fortalecerse internamente sin esperar o prever de alguna manera la futura entrada a gran escala de inversiones y capital. Esto causaba una retención y gran acumulación del capital, que en algún momento debía ser evidente.
Aún así, el Grupo Bancolombia (banca de inversión, leasing, renting y banca convencional) no tuvo suficiente y tal vez por eso sumó a sus activos a Conavi, una de las últimas CAV (corporaciones de ahorro y vivienda) de gran tamaño y popularidad y la primera que se tornó en un banco; todo esto para ser un jugador de talla mundial y cotizar en las mejores bolsas del mundo además de la de Bogotá, cómo lo es la de New York.
De inmediato, como impelidos por un resorte invisible, los inversionistas en la banca despertaron sobre los grandes potenciales financieros en Colombia; lo vieron cómo que era: un próspero mercado por desconocer tan flagrantemente el modelo librecambista, por ende, había dinero, y clientela potencial en grandes cantidades. Adicional a esto, Bogotá se convirtió paulatinamente en la ciudad clave para entrar a Latinoamérica con todo tipo de negocios y capitales hacia el resto del continente. Cómo si fuera poco, su cercanía con EE.UU. en términos políticos le obliga a ser el centro de los movimientos tanto políticos cómo monetarios.
Su recién adquirida liberación económica hacía a la banca colombiana semejante a una cotizada virgen que de súbito aparece en el medio. Todos empezaron a cortejarla de múltiples maneras. A este respecto aplican las compras del BBVA español, que se quedó con el Banco Ganadero y el fondo de pensiones Horizonte, ampliando dramáticamente tanto su portafolio cómo su rango de acción y el Banco Santander, quien fuera uno de los primeros extranjeros en llegar gracias a
Así pues, los demás banqueros adquirieron en sus mentes la dimensión del potencial y la premisa de “Todo se vende” una vez que las inversiones extranjeras empezaron a llegar rápidamente, los surafricanos de SABMiller se quedó con Bavaria, la joya de la corona del Grupo Santo Domingo y gracias a esta transacción -que supuso, además, extraños ahorros de impuestos para don Julio Mario- y Sinergy de Brasil se quedó con Avianca al sacarla del Capítulo 11 de
Las invasiones a la banca y la economía se consolidan con la venta del Bancafé a Davivienda, que ahora adquiere el poder para competir con los extranjeros de General Electric Money (GE Money, la filial de consumo del titán norteamericano) que van por el control de Colpatria y con el Citibank, que estudia muy seriamente las posibilidades de comprar un banco o conglomerado criollo para irrumpir –o volver- con mucha fuerza en uno de los mercados más dinámicos de América Latina.
Esto nos despeja el panorama general de los movimientos financieros de alto nivel en el país, que está empezando a fortalecerse en cuanto a bolsa y peso financiero se refiere, para poder estar a la altura de la comunidad global de la cual hará parte en el corto plazo (corto, pues las inversiones ni los negocios esperan). Lo único que se espera de todo este ajetreo es que la nación se pueda quedar con unas buenas tajadas de todos estos negocios y que estas redunden en grandes beneficios e inversiones, no solo para pagar la deuda externa –que se convierte en impagable- sino para administrar y distribuir la riqueza de una forma mucho mas equitativa y poder pensar en dejar de ser un país subdesarrollado a mediano plazo, porque si Colombia no se impone retos grandes, y los cumple, no podrá salir del estado de pseudocolonia norteamericana en el que se encuentra y será un jugador de tercer nivel en el gran encuentro globalizador por una comunidad mundial verdaderamente integrada en todos los sentidos.
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