domingo, octubre 29, 2006

Una máquina de escribir a la luz de la luna llena

La luna se cierne sobre mi envejecida y abandonada humanidad con un baño de luz que a estas alturas de la vida no se si me parece lo suficientemente saludable, sin embargo, debo de haber sufrido un ataque de demencia senil o esas cosas que les dan a los que desafortunadamente llegan a mi edad sin haber tenido la cobarde valentía de disponer la fecha final bien sea con una cápsula de cianuro o con un arma de fuego, tal como Hemingway lo hiciera sin recato alguno. Si, debo de estar senil por andar sacando este portátil tan solo por el placer de escribir estas tonterías a la vista de Selene.

El único que no le restó importancia por haber llegado a este mundo en el mes negro fui yo, convencido en mi poca sana juventud de mi poco menos que miserable destino: no sería un escritor, no sería un artista, y estaba inseguro de lo que me deparaba en este planeta. “Naciste para grandes cosas”, repetían sin cesar los que me conocían, y yo, como siempre, escéptico no me cansaba de decir que no llegaría sino hasta donde el cerebro me diera. Para muchos, lo había logrado, había superado las expectativas, pero eso no me importó mucho… al fin y al cabo, ¿En que me haría diferente? Por eso, desde donde puedo recordar, me veo a mi mismo huyendo de los demás, de esos grupitos de mas de 3 personas que me hacían sentir excepcionalmente miserable y que lo siguieron haciendo hasta bien entrada mi adolescencia, que fuese marcada por una deliciosa tendencia a ser un asocial comedor compulsivo…

Nunca pensaría que de todas formas, tuve todo lo que materialmente pude desear, tanto así, que no contento con forrarme en plata de orígenes non sanctos, decidí gastarla en los placeres bacanales ante la clarísima inexistencia de un dos con el cual redimirme. Ni falta que hiciera, para eso me ayudaron las mujeres, a redimirme por medio de sus encantos, de los cuales siempre ha sido un prisionero.

Del amor, sin embargo, diré poco, pues solo lo he visto una vez, durante 5 años de corrido compartidos con la mujer de mi vida, la única que, me ha hecho sentir eso que el idiota llama felicidad: sin sexo y sin grandes ataduras, me envolvió de tal manera que logre retenerla hasta el que será el fin de mis días, si no es en esta casa mohosa, entonces será en un accidente de tráfico o cagando el hígado, así como Bukowski. A cambo solo pide una fidelidad que no es ciega, ya que en los entretiempos de nuestra intimidad, me follaba a cuanta fémina estuviese presta a dejarme caer entre sus piernas de ángel y poder irme con la conciencia tranquila y unos gramos menos de peso hasta mi casa.

Creo que, contradiciendo todos los cánones de la posmodernidad cibernética que me aplasta por completo, es más cómodo estar al frente de una máquina de escribir, durante la medianoche, desafiando el inclemente frío y admirando la luna como un pendejo, o como aquel ratón que no dejaba de mirarla y soñar con ella, pensando que era de queso. Para mí siempre será de plata.

No debería estar escribiendo esto, sabiendo que será una suerte inmerecida si llegara a haber otros pares de pupilas, que atentas o por obligación recorren los contornos de mis inermes pensamientos como si fuesen la silueta de una mujer desnuda en la playa de San Luis a las tres de la tarde; de todas maneras pondré en este escrito mis inconfesables delitos, sin importar lo que pase ya; además se mis incontables adulterios, fui un alcohólico tardío y un mal padre, a diferencia de los míos, que fueron, sin lugar a dudas, parte importante de los pocos tesoros que no he derrochado en mi vida; conductor temerario, soy curable indirecto de un millar de accidentes, todo por satisfacer mi egoísmo, nacido a su vez, del amor que le dispensaron al primer hijo de mi madre.

Estoy solo, si, pero en una soledad que los demás juzgarían como todo lo contrario, aun así he sentido la cómoda rasquiña de la conformidad, pues dejé de buscar mas compañía que la de una mujer cuando me di cuenta de que mis amigos se iban muriendo por pendejos o me abandonaban, uno tras otro y yo, al calor de los libros que maliciosamente acumulé durante lustros sin que me importara un carajo lo que pasara.

Bastante lejos veo los días en que nací, esos dementes años 80, que pasaron sin pena ni gloria para mí, tal como si fuese una Italia ’90 que jamás vi. En mi niñez, los carros fueron mi refugio y de ahí no salí ya jamás. Como periodista, lo poco que he hecho es mantener un blog que con el paso del tiempo se había convertido en un gigantesco ente independiente que, sin embargo, amenaza con tragarse al centenario “El Tiempo” diario de gamonales. Solo por eso, he tenido que esquivar mas balas de las que hubiera podido recibir en Irak de la primera década del siglo XXI.

Si he tomado malas decisiones… como la de casarme por amor y lo que es peor, por la iglesia, a la cual renuncié y golpeé de tal manera como no lo fuese golpeada la doctrina nazi que admiré en mi juventud por su estricto y atrayente código. Malas decisiones, como la de vivir únicamente de esta máquina de escribir con cable llamada computador o la de seguir corriendo, ganando carreras, destrozando autos y rompiéndome huesos hasta hace muy poco tiempo; solo se que de repetir la experiencia de esta vida, la volvería a vivir con muy pocos cambios, pero el resto incólume.

Ya la luna se está desapareciendo de mi vista, y un intenso frío me recorre, dejaré de escribir, pues siento el cuerpo pesado. Espero volver a ver otro monótono día y que mis miedos no se estén haciendo realidad.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

y sin embargo sigue viviendo, y cuando cierra los ojos sigue con vida, es más fácil sentarse frente a la máquina, escribir y estar a punto de fenecer las letras, que morir cuando la sangre de las venas se derrame ante ellas.

Anónimo dijo...

Que maldito egoísta, un desgraciado, así como dices una completa maldita basura salida del infierno, gracias por dejar este tipo de escritos, ya que realmente eres tan narcisista despreciable y predecible que te encanta hacerte la victima, maldito cobarde...

Anónimo dijo...

no vales nada, ni siquiera mereces el aire que respiras, pero quien soy yo para juzgar a una maldita basura, por decisión propia debería dejar de existir, así dejarías parar de sufrir y hacer sufrir a los demás, cuando vas a hacer responsable por tus actos, pero eres un cobarde.