A lo largo de la historia el imaginario colectivo histórico-mundial se ha labrado una fuerte imagen de los personajes conocidos como héroes. Personajes valerosos, con una hombría rebosante con una característica que denota fortaleza, no siempre física, ya que los hay cerebrales y pasionales, con porte y viril y protagonista de hazañas épicas, un hombre (o mujer) que solo es superado por los dioses.
Sabiendo esto, cabe preguntarse, si su categoría no se extiende a los personajes que en la historia han luchado solos, contra lo imposible, o hacia algo bastante ilógico. La predisposición del ser humano es a conservar su vida o estatus en términos prácticos cuando se avecina cualquier amenaza que ponga en peligro desestabilizante su habitus, capital cultural, distinción o modus vivendi.
Dicho esto, cabría pensar acerca de la naturaleza de la motivación de los héroes: ¿Lo fueron por venganza? ¿Por justicia social? ¿Presionados por el instinto de supervivencia? Estas preguntas son bastante comunes para designar las características iniciales de un individuo con un asombroso desprendimiento social, casi suicida, y que parece sentir un enorme sentido del deber.
Ninguna postura explica casos como el del hombrecillo que “valientemente” se atravesó en el camino de los tanques chinos en Tiannanmen, o el de los guerreros de las Termópilas, que se enfrentaron con millares de sus enemigos sin importarles si sus propias vidas eran cegadas o, para no ir mas lejos, los casos de muchos colombianos que deben laborar en el nada envidiable ambiente de una guerra que, encendida por algo tan fatuo como las convicciones y los “altos” ideales humanos hace salir lo peor y mas angustioso de la calidad humana: el miedo.
Lo que la historia, y los imaginarios colectivos mencionados anteriormente omiten –tal vez intencionalmente- es que los llamados “héroes” hayan sido movidos por ese mezquino y a veces bendito sentimiento que es el temor, el miedo a sufrir unas consecuencias de unos actos aún mas temidos, que en su gran mayoría no son culpa del pobre “héroe”. En pocas y castizas palabras: el héroe es un “sapo”.
Pondré un muy torpe pero útil ejemplo de la anterior afirmación: siendo que en una posición de pánico o miedo, a los humanos se les olvida cualquier tipo de plan, o protección, teniendo en su instinto animal solo el de correr a buen recaudo, sin detenerse a pensar –lo que menos se hace durante el pánico- en sus semejantes a menos que sean sus familiares mas inmediatos, sin embargo, suele suceder que ente los rezagados que huyen desesperadamente, quedan uno o mas individuos que presa del terror o del asombro no corren en desbandada; de ese minúsculo grupo, algunos reaccionan a tiempo y, saliendo de su catalepsia, buscan la primera salida disponible. Eso nos deja con un remanente de personas que siguen estando asombradas por los eventos, mientras tanto, por unos instantes, en su cerebro re atropellan varias sensaciones entre las que se cuentan el asombro, la incredulidad, el miedo –que permanece como sensación de fondo sobre la que los demás actúan- y la búsqueda de insólitas y desesperadas soluciones que vienen seguidas de una clara resignación a lo que tenga que acontecer; entonces, se arman de cualquier recurso y sin mas salida, afrontan o tratan de lidiar con el problema que se cierne sobre los que quedan. El punto es que el “héroe” está hecho de una sola eventualidad que aunque parece evidente, no lo es a simple vista: el héroe no tuvo tiempo de huir; es aquél que no encontró otra solución más allá de pelear, así fuera por una causa perdida, pero toma esa decisión en vista de la imposibilidad de su escape o salvación inmediata, esperando a cambio, solamente, no haber ofrendado -¿o regalado?- su existencia en balde, por un ideal vano o mentiroso.
Después de ser conjurado el peligro, cuando todo regresa a su cómoda estabilidad original, el “héroe” es ensalzado por su prójimo, que lo postula como un ejemplo de valor y coraje para las generaciones venideras, un modelo de compromiso para los adultos y un protector del orden establecido o la sociedad. Todo esto en un paquete que se me antoja de lo mas paternalista posible -¿no se les asemeja a cierto Presidente Uribe?-; es expuesto así para capitalizar su parálisis inicial y mostrarlo como el salvador, como el artífice del máximo sacrificio; y si falleció en el proceso, cuanto mejor, pues no hay nada que conduela mas a una masa estúpida que el hecho de dar su vida para que la de los demás no corra peligro. Sin embargo, es una figura de cohesión social necesaria para crear una sensación de igualdad entre la sociedad y no crear cismas políticos o sociales.
Sabiendo esto, cabe preguntarse, si su categoría no se extiende a los personajes que en la historia han luchado solos, contra lo imposible, o hacia algo bastante ilógico. La predisposición del ser humano es a conservar su vida o estatus en términos prácticos cuando se avecina cualquier amenaza que ponga en peligro desestabilizante su habitus, capital cultural, distinción o modus vivendi.
Dicho esto, cabría pensar acerca de la naturaleza de la motivación de los héroes: ¿Lo fueron por venganza? ¿Por justicia social? ¿Presionados por el instinto de supervivencia? Estas preguntas son bastante comunes para designar las características iniciales de un individuo con un asombroso desprendimiento social, casi suicida, y que parece sentir un enorme sentido del deber.
Ninguna postura explica casos como el del hombrecillo que “valientemente” se atravesó en el camino de los tanques chinos en Tiannanmen, o el de los guerreros de las Termópilas, que se enfrentaron con millares de sus enemigos sin importarles si sus propias vidas eran cegadas o, para no ir mas lejos, los casos de muchos colombianos que deben laborar en el nada envidiable ambiente de una guerra que, encendida por algo tan fatuo como las convicciones y los “altos” ideales humanos hace salir lo peor y mas angustioso de la calidad humana: el miedo.
Lo que la historia, y los imaginarios colectivos mencionados anteriormente omiten –tal vez intencionalmente- es que los llamados “héroes” hayan sido movidos por ese mezquino y a veces bendito sentimiento que es el temor, el miedo a sufrir unas consecuencias de unos actos aún mas temidos, que en su gran mayoría no son culpa del pobre “héroe”. En pocas y castizas palabras: el héroe es un “sapo”.
Pondré un muy torpe pero útil ejemplo de la anterior afirmación: siendo que en una posición de pánico o miedo, a los humanos se les olvida cualquier tipo de plan, o protección, teniendo en su instinto animal solo el de correr a buen recaudo, sin detenerse a pensar –lo que menos se hace durante el pánico- en sus semejantes a menos que sean sus familiares mas inmediatos, sin embargo, suele suceder que ente los rezagados que huyen desesperadamente, quedan uno o mas individuos que presa del terror o del asombro no corren en desbandada; de ese minúsculo grupo, algunos reaccionan a tiempo y, saliendo de su catalepsia, buscan la primera salida disponible. Eso nos deja con un remanente de personas que siguen estando asombradas por los eventos, mientras tanto, por unos instantes, en su cerebro re atropellan varias sensaciones entre las que se cuentan el asombro, la incredulidad, el miedo –que permanece como sensación de fondo sobre la que los demás actúan- y la búsqueda de insólitas y desesperadas soluciones que vienen seguidas de una clara resignación a lo que tenga que acontecer; entonces, se arman de cualquier recurso y sin mas salida, afrontan o tratan de lidiar con el problema que se cierne sobre los que quedan. El punto es que el “héroe” está hecho de una sola eventualidad que aunque parece evidente, no lo es a simple vista: el héroe no tuvo tiempo de huir; es aquél que no encontró otra solución más allá de pelear, así fuera por una causa perdida, pero toma esa decisión en vista de la imposibilidad de su escape o salvación inmediata, esperando a cambio, solamente, no haber ofrendado -¿o regalado?- su existencia en balde, por un ideal vano o mentiroso.
Después de ser conjurado el peligro, cuando todo regresa a su cómoda estabilidad original, el “héroe” es ensalzado por su prójimo, que lo postula como un ejemplo de valor y coraje para las generaciones venideras, un modelo de compromiso para los adultos y un protector del orden establecido o la sociedad. Todo esto en un paquete que se me antoja de lo mas paternalista posible -¿no se les asemeja a cierto Presidente Uribe?-; es expuesto así para capitalizar su parálisis inicial y mostrarlo como el salvador, como el artífice del máximo sacrificio; y si falleció en el proceso, cuanto mejor, pues no hay nada que conduela mas a una masa estúpida que el hecho de dar su vida para que la de los demás no corra peligro. Sin embargo, es una figura de cohesión social necesaria para crear una sensación de igualdad entre la sociedad y no crear cismas políticos o sociales.
1 comentario:
Forgive the following translation from English
Tuve gusto de esta fijación. ¿Puedo hacer un comentario sobre la naturaleza del héroe? Pienso que el heroísmo no está sobre sacrificio. No está sobre valor. El heroísmo es una ascensión. Es el personification de una metáfora.
El héroe es la resonancia de quiénes somos. Buena fijación. Me hizo la parada y piensa. ¿Y cuál es una meta mejor para el escritor que eso?:
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