lunes, octubre 30, 2006
domingo, octubre 29, 2006
Una máquina de escribir a la luz de la luna llena
La luna se cierne sobre mi envejecida y abandonada humanidad con un baño de luz que a estas alturas de la vida no se si me parece lo suficientemente saludable, sin embargo, debo de haber sufrido un ataque de demencia senil o esas cosas que les dan a los que desafortunadamente llegan a mi edad sin haber tenido la cobarde valentía de disponer la fecha final bien sea con una cápsula de cianuro o con un arma de fuego, tal como Hemingway lo hiciera sin recato alguno. Si, debo de estar senil por andar sacando este portátil tan solo por el placer de escribir estas tonterías a la vista de Selene.
El único que no le restó importancia por haber llegado a este mundo en el mes negro fui yo, convencido en mi poca sana juventud de mi poco menos que miserable destino: no sería un escritor, no sería un artista, y estaba inseguro de lo que me deparaba en este planeta. “Naciste para grandes cosas”, repetían sin cesar los que me conocían, y yo, como siempre, escéptico no me cansaba de decir que no llegaría sino hasta donde el cerebro me diera. Para muchos, lo había logrado, había superado las expectativas, pero eso no me importó mucho… al fin y al cabo, ¿En que me haría diferente? Por eso, desde donde puedo recordar, me veo a mi mismo huyendo de los demás, de esos grupitos de mas de 3 personas que me hacían sentir excepcionalmente miserable y que lo siguieron haciendo hasta bien entrada mi adolescencia, que fuese marcada por una deliciosa tendencia a ser un asocial comedor compulsivo…
Nunca pensaría que de todas formas, tuve todo lo que materialmente pude desear, tanto así, que no contento con forrarme en plata de orígenes non sanctos, decidí gastarla en los placeres bacanales ante la clarísima inexistencia de un dos con el cual redimirme. Ni falta que hiciera, para eso me ayudaron las mujeres, a redimirme por medio de sus encantos, de los cuales siempre ha sido un prisionero.
Del amor, sin embargo, diré poco, pues solo lo he visto una vez, durante 5 años de corrido compartidos con la mujer de mi vida, la única que, me ha hecho sentir eso que el idiota llama felicidad: sin sexo y sin grandes ataduras, me envolvió de tal manera que logre retenerla hasta el que será el fin de mis días, si no es en esta casa mohosa, entonces será en un accidente de tráfico o cagando el hígado, así como Bukowski. A cambo solo pide una fidelidad que no es ciega, ya que en los entretiempos de nuestra intimidad, me follaba a cuanta fémina estuviese presta a dejarme caer entre sus piernas de ángel y poder irme con la conciencia tranquila y unos gramos menos de peso hasta mi casa.
Creo que, contradiciendo todos los cánones de la posmodernidad cibernética que me aplasta por completo, es más cómodo estar al frente de una máquina de escribir, durante la medianoche, desafiando el inclemente frío y admirando la luna como un pendejo, o como aquel ratón que no dejaba de mirarla y soñar con ella, pensando que era de queso. Para mí siempre será de plata.
No debería estar escribiendo esto, sabiendo que será una suerte inmerecida si llegara a haber otros pares de pupilas, que atentas o por obligación recorren los contornos de mis inermes pensamientos como si fuesen la silueta de una mujer desnuda en la playa de San Luis a las tres de la tarde; de todas maneras pondré en este escrito mis inconfesables delitos, sin importar lo que pase ya; además se mis incontables adulterios, fui un alcohólico tardío y un mal padre, a diferencia de los míos, que fueron, sin lugar a dudas, parte importante de los pocos tesoros que no he derrochado en mi vida; conductor temerario, soy curable indirecto de un millar de accidentes, todo por satisfacer mi egoísmo, nacido a su vez, del amor que le dispensaron al primer hijo de mi madre.
Estoy solo, si, pero en una soledad que los demás juzgarían como todo lo contrario, aun así he sentido la cómoda rasquiña de la conformidad, pues dejé de buscar mas compañía que la de una mujer cuando me di cuenta de que mis amigos se iban muriendo por pendejos o me abandonaban, uno tras otro y yo, al calor de los libros que maliciosamente acumulé durante lustros sin que me importara un carajo lo que pasara.
Bastante lejos veo los días en que nací, esos dementes años 80, que pasaron sin pena ni gloria para mí, tal como si fuese una Italia ’90 que jamás vi. En mi niñez, los carros fueron mi refugio y de ahí no salí ya jamás. Como periodista, lo poco que he hecho es mantener un blog que con el paso del tiempo se había convertido en un gigantesco ente independiente que, sin embargo, amenaza con tragarse al centenario “El Tiempo” diario de gamonales. Solo por eso, he tenido que esquivar mas balas de las que hubiera podido recibir en Irak de la primera década del siglo XXI.
Si he tomado malas decisiones… como la de casarme por amor y lo que es peor, por la iglesia, a la cual renuncié y golpeé de tal manera como no lo fuese golpeada la doctrina nazi que admiré en mi juventud por su estricto y atrayente código. Malas decisiones, como la de vivir únicamente de esta máquina de escribir con cable llamada computador o la de seguir corriendo, ganando carreras, destrozando autos y rompiéndome huesos hasta hace muy poco tiempo; solo se que de repetir la experiencia de esta vida, la volvería a vivir con muy pocos cambios, pero el resto incólume.
Ya la luna se está desapareciendo de mi vista, y un intenso frío me recorre, dejaré de escribir, pues siento el cuerpo pesado. Espero volver a ver otro monótono día y que mis miedos no se estén haciendo realidad.
El único que no le restó importancia por haber llegado a este mundo en el mes negro fui yo, convencido en mi poca sana juventud de mi poco menos que miserable destino: no sería un escritor, no sería un artista, y estaba inseguro de lo que me deparaba en este planeta. “Naciste para grandes cosas”, repetían sin cesar los que me conocían, y yo, como siempre, escéptico no me cansaba de decir que no llegaría sino hasta donde el cerebro me diera. Para muchos, lo había logrado, había superado las expectativas, pero eso no me importó mucho… al fin y al cabo, ¿En que me haría diferente? Por eso, desde donde puedo recordar, me veo a mi mismo huyendo de los demás, de esos grupitos de mas de 3 personas que me hacían sentir excepcionalmente miserable y que lo siguieron haciendo hasta bien entrada mi adolescencia, que fuese marcada por una deliciosa tendencia a ser un asocial comedor compulsivo…
Nunca pensaría que de todas formas, tuve todo lo que materialmente pude desear, tanto así, que no contento con forrarme en plata de orígenes non sanctos, decidí gastarla en los placeres bacanales ante la clarísima inexistencia de un dos con el cual redimirme. Ni falta que hiciera, para eso me ayudaron las mujeres, a redimirme por medio de sus encantos, de los cuales siempre ha sido un prisionero.
Del amor, sin embargo, diré poco, pues solo lo he visto una vez, durante 5 años de corrido compartidos con la mujer de mi vida, la única que, me ha hecho sentir eso que el idiota llama felicidad: sin sexo y sin grandes ataduras, me envolvió de tal manera que logre retenerla hasta el que será el fin de mis días, si no es en esta casa mohosa, entonces será en un accidente de tráfico o cagando el hígado, así como Bukowski. A cambo solo pide una fidelidad que no es ciega, ya que en los entretiempos de nuestra intimidad, me follaba a cuanta fémina estuviese presta a dejarme caer entre sus piernas de ángel y poder irme con la conciencia tranquila y unos gramos menos de peso hasta mi casa.
Creo que, contradiciendo todos los cánones de la posmodernidad cibernética que me aplasta por completo, es más cómodo estar al frente de una máquina de escribir, durante la medianoche, desafiando el inclemente frío y admirando la luna como un pendejo, o como aquel ratón que no dejaba de mirarla y soñar con ella, pensando que era de queso. Para mí siempre será de plata.
No debería estar escribiendo esto, sabiendo que será una suerte inmerecida si llegara a haber otros pares de pupilas, que atentas o por obligación recorren los contornos de mis inermes pensamientos como si fuesen la silueta de una mujer desnuda en la playa de San Luis a las tres de la tarde; de todas maneras pondré en este escrito mis inconfesables delitos, sin importar lo que pase ya; además se mis incontables adulterios, fui un alcohólico tardío y un mal padre, a diferencia de los míos, que fueron, sin lugar a dudas, parte importante de los pocos tesoros que no he derrochado en mi vida; conductor temerario, soy curable indirecto de un millar de accidentes, todo por satisfacer mi egoísmo, nacido a su vez, del amor que le dispensaron al primer hijo de mi madre.
Estoy solo, si, pero en una soledad que los demás juzgarían como todo lo contrario, aun así he sentido la cómoda rasquiña de la conformidad, pues dejé de buscar mas compañía que la de una mujer cuando me di cuenta de que mis amigos se iban muriendo por pendejos o me abandonaban, uno tras otro y yo, al calor de los libros que maliciosamente acumulé durante lustros sin que me importara un carajo lo que pasara.
Bastante lejos veo los días en que nací, esos dementes años 80, que pasaron sin pena ni gloria para mí, tal como si fuese una Italia ’90 que jamás vi. En mi niñez, los carros fueron mi refugio y de ahí no salí ya jamás. Como periodista, lo poco que he hecho es mantener un blog que con el paso del tiempo se había convertido en un gigantesco ente independiente que, sin embargo, amenaza con tragarse al centenario “El Tiempo” diario de gamonales. Solo por eso, he tenido que esquivar mas balas de las que hubiera podido recibir en Irak de la primera década del siglo XXI.
Si he tomado malas decisiones… como la de casarme por amor y lo que es peor, por la iglesia, a la cual renuncié y golpeé de tal manera como no lo fuese golpeada la doctrina nazi que admiré en mi juventud por su estricto y atrayente código. Malas decisiones, como la de vivir únicamente de esta máquina de escribir con cable llamada computador o la de seguir corriendo, ganando carreras, destrozando autos y rompiéndome huesos hasta hace muy poco tiempo; solo se que de repetir la experiencia de esta vida, la volvería a vivir con muy pocos cambios, pero el resto incólume.
Ya la luna se está desapareciendo de mi vista, y un intenso frío me recorre, dejaré de escribir, pues siento el cuerpo pesado. Espero volver a ver otro monótono día y que mis miedos no se estén haciendo realidad.
jueves, octubre 26, 2006
miércoles, octubre 25, 2006
La inutilidad de los héroes
A lo largo de la historia el imaginario colectivo histórico-mundial se ha labrado una fuerte imagen de los personajes conocidos como héroes. Personajes valerosos, con una hombría rebosante con una característica que denota fortaleza, no siempre física, ya que los hay cerebrales y pasionales, con porte y viril y protagonista de hazañas épicas, un hombre (o mujer) que solo es superado por los dioses.
Sabiendo esto, cabe preguntarse, si su categoría no se extiende a los personajes que en la historia han luchado solos, contra lo imposible, o hacia algo bastante ilógico. La predisposición del ser humano es a conservar su vida o estatus en términos prácticos cuando se avecina cualquier amenaza que ponga en peligro desestabilizante su habitus, capital cultural, distinción o modus vivendi.
Dicho esto, cabría pensar acerca de la naturaleza de la motivación de los héroes: ¿Lo fueron por venganza? ¿Por justicia social? ¿Presionados por el instinto de supervivencia? Estas preguntas son bastante comunes para designar las características iniciales de un individuo con un asombroso desprendimiento social, casi suicida, y que parece sentir un enorme sentido del deber.
Ninguna postura explica casos como el del hombrecillo que “valientemente” se atravesó en el camino de los tanques chinos en Tiannanmen, o el de los guerreros de las Termópilas, que se enfrentaron con millares de sus enemigos sin importarles si sus propias vidas eran cegadas o, para no ir mas lejos, los casos de muchos colombianos que deben laborar en el nada envidiable ambiente de una guerra que, encendida por algo tan fatuo como las convicciones y los “altos” ideales humanos hace salir lo peor y mas angustioso de la calidad humana: el miedo.
Lo que la historia, y los imaginarios colectivos mencionados anteriormente omiten –tal vez intencionalmente- es que los llamados “héroes” hayan sido movidos por ese mezquino y a veces bendito sentimiento que es el temor, el miedo a sufrir unas consecuencias de unos actos aún mas temidos, que en su gran mayoría no son culpa del pobre “héroe”. En pocas y castizas palabras: el héroe es un “sapo”.
Pondré un muy torpe pero útil ejemplo de la anterior afirmación: siendo que en una posición de pánico o miedo, a los humanos se les olvida cualquier tipo de plan, o protección, teniendo en su instinto animal solo el de correr a buen recaudo, sin detenerse a pensar –lo que menos se hace durante el pánico- en sus semejantes a menos que sean sus familiares mas inmediatos, sin embargo, suele suceder que ente los rezagados que huyen desesperadamente, quedan uno o mas individuos que presa del terror o del asombro no corren en desbandada; de ese minúsculo grupo, algunos reaccionan a tiempo y, saliendo de su catalepsia, buscan la primera salida disponible. Eso nos deja con un remanente de personas que siguen estando asombradas por los eventos, mientras tanto, por unos instantes, en su cerebro re atropellan varias sensaciones entre las que se cuentan el asombro, la incredulidad, el miedo –que permanece como sensación de fondo sobre la que los demás actúan- y la búsqueda de insólitas y desesperadas soluciones que vienen seguidas de una clara resignación a lo que tenga que acontecer; entonces, se arman de cualquier recurso y sin mas salida, afrontan o tratan de lidiar con el problema que se cierne sobre los que quedan. El punto es que el “héroe” está hecho de una sola eventualidad que aunque parece evidente, no lo es a simple vista: el héroe no tuvo tiempo de huir; es aquél que no encontró otra solución más allá de pelear, así fuera por una causa perdida, pero toma esa decisión en vista de la imposibilidad de su escape o salvación inmediata, esperando a cambio, solamente, no haber ofrendado -¿o regalado?- su existencia en balde, por un ideal vano o mentiroso.
Después de ser conjurado el peligro, cuando todo regresa a su cómoda estabilidad original, el “héroe” es ensalzado por su prójimo, que lo postula como un ejemplo de valor y coraje para las generaciones venideras, un modelo de compromiso para los adultos y un protector del orden establecido o la sociedad. Todo esto en un paquete que se me antoja de lo mas paternalista posible -¿no se les asemeja a cierto Presidente Uribe?-; es expuesto así para capitalizar su parálisis inicial y mostrarlo como el salvador, como el artífice del máximo sacrificio; y si falleció en el proceso, cuanto mejor, pues no hay nada que conduela mas a una masa estúpida que el hecho de dar su vida para que la de los demás no corra peligro. Sin embargo, es una figura de cohesión social necesaria para crear una sensación de igualdad entre la sociedad y no crear cismas políticos o sociales.
Sabiendo esto, cabe preguntarse, si su categoría no se extiende a los personajes que en la historia han luchado solos, contra lo imposible, o hacia algo bastante ilógico. La predisposición del ser humano es a conservar su vida o estatus en términos prácticos cuando se avecina cualquier amenaza que ponga en peligro desestabilizante su habitus, capital cultural, distinción o modus vivendi.
Dicho esto, cabría pensar acerca de la naturaleza de la motivación de los héroes: ¿Lo fueron por venganza? ¿Por justicia social? ¿Presionados por el instinto de supervivencia? Estas preguntas son bastante comunes para designar las características iniciales de un individuo con un asombroso desprendimiento social, casi suicida, y que parece sentir un enorme sentido del deber.
Ninguna postura explica casos como el del hombrecillo que “valientemente” se atravesó en el camino de los tanques chinos en Tiannanmen, o el de los guerreros de las Termópilas, que se enfrentaron con millares de sus enemigos sin importarles si sus propias vidas eran cegadas o, para no ir mas lejos, los casos de muchos colombianos que deben laborar en el nada envidiable ambiente de una guerra que, encendida por algo tan fatuo como las convicciones y los “altos” ideales humanos hace salir lo peor y mas angustioso de la calidad humana: el miedo.
Lo que la historia, y los imaginarios colectivos mencionados anteriormente omiten –tal vez intencionalmente- es que los llamados “héroes” hayan sido movidos por ese mezquino y a veces bendito sentimiento que es el temor, el miedo a sufrir unas consecuencias de unos actos aún mas temidos, que en su gran mayoría no son culpa del pobre “héroe”. En pocas y castizas palabras: el héroe es un “sapo”.
Pondré un muy torpe pero útil ejemplo de la anterior afirmación: siendo que en una posición de pánico o miedo, a los humanos se les olvida cualquier tipo de plan, o protección, teniendo en su instinto animal solo el de correr a buen recaudo, sin detenerse a pensar –lo que menos se hace durante el pánico- en sus semejantes a menos que sean sus familiares mas inmediatos, sin embargo, suele suceder que ente los rezagados que huyen desesperadamente, quedan uno o mas individuos que presa del terror o del asombro no corren en desbandada; de ese minúsculo grupo, algunos reaccionan a tiempo y, saliendo de su catalepsia, buscan la primera salida disponible. Eso nos deja con un remanente de personas que siguen estando asombradas por los eventos, mientras tanto, por unos instantes, en su cerebro re atropellan varias sensaciones entre las que se cuentan el asombro, la incredulidad, el miedo –que permanece como sensación de fondo sobre la que los demás actúan- y la búsqueda de insólitas y desesperadas soluciones que vienen seguidas de una clara resignación a lo que tenga que acontecer; entonces, se arman de cualquier recurso y sin mas salida, afrontan o tratan de lidiar con el problema que se cierne sobre los que quedan. El punto es que el “héroe” está hecho de una sola eventualidad que aunque parece evidente, no lo es a simple vista: el héroe no tuvo tiempo de huir; es aquél que no encontró otra solución más allá de pelear, así fuera por una causa perdida, pero toma esa decisión en vista de la imposibilidad de su escape o salvación inmediata, esperando a cambio, solamente, no haber ofrendado -¿o regalado?- su existencia en balde, por un ideal vano o mentiroso.
Después de ser conjurado el peligro, cuando todo regresa a su cómoda estabilidad original, el “héroe” es ensalzado por su prójimo, que lo postula como un ejemplo de valor y coraje para las generaciones venideras, un modelo de compromiso para los adultos y un protector del orden establecido o la sociedad. Todo esto en un paquete que se me antoja de lo mas paternalista posible -¿no se les asemeja a cierto Presidente Uribe?-; es expuesto así para capitalizar su parálisis inicial y mostrarlo como el salvador, como el artífice del máximo sacrificio; y si falleció en el proceso, cuanto mejor, pues no hay nada que conduela mas a una masa estúpida que el hecho de dar su vida para que la de los demás no corra peligro. Sin embargo, es una figura de cohesión social necesaria para crear una sensación de igualdad entre la sociedad y no crear cismas políticos o sociales.
lunes, octubre 23, 2006
Acerca de los comentaristas anónimos
Para que toda democracia que se precie de ser tal funcione, el aspecto participativo debe ser no solo tenido en cuenta, sino acatado y practicado; ésta premisa es algo básico para la correcta interpelación entre los actores comunicativos y comunicantes. Tanto es así, que si no se conocen los lectores retroalimentadores -Por ejemplo- se torna preocupante, ya que indica la ausencia del criterio adecuado para defender sus estamentos y argumentos ante los demás, pero es mucho mas grave si el susodicho arremete lanza en ristre contra el comunicador -En este caso mi blog y yo- con palabras desobligantes. Es en este punto en donde no se opina, sino que se ataca sin fundamento, escudado tras el mote del anonimato.
Bastante cobarde aquél que ataca desde la oscuridad, pues no tiene cojones para enfrentar sus miedos de cerca.
Por estas razones promuevo la plena identificación, porque de otra parte, será cómplice del miedo y la censura que tanto ha aquejado el gremio periodístico y a la sociedad en general, que son manejados por el miedo que les inducen sus gobernantes mal escogidos... o por las dictaduras de facto que inducen al silencio so pena de acusaciónes y cargos "terroristas"... No mas de eso, por favor. Basta de apoyar a las injusticias con el silencio cómplice. Yo pongo la cara. Yo no tengo miedo. Yo estoy convencido de mi deber de opinar, gustele a quien le guste y como periodista, así será siempre. Por la democracia, si no perfecta, al menos justa.
lunes, octubre 02, 2006
Libro recomendado
domingo, octubre 01, 2006
Curas pederastas: ¿En la impunidad?
La Iglesia Católica ha sufrido en los últimos 5 años de varios escándalos, algunos mas tormentosos que otros, pero que no eran "graves" y tampoco comprometían su enórme séquito de ovejitas que les seguían sin importar el destino. Eran pues, felices.
Sin mancha parecia quedar la Arquidiósesis de Colombia, al no contar con esos casos tan deleznables entre sus ministros, para los curas colombianos, la pederastia era un defecto de sus colegas en el exterior, una rareza. pero como a cada tiesto le llega su arepa, pues estos señores no se salvaron de su horrendo pasado: Jose António Tavera, un seminarista, de mas de 50 años ya, decidió, al ver homenajeados al cura Efraín Rozo y sus colegas, a romper el silencio de años por un evento que, oculto, le atormentó: el susodicho cura lo violó a la edad de 14 años. No sólo "se aproximó indiscreta ni correctamente a sus partes intimas" como dice el acusado, tratando de minimizar el daño, lo violó en toda la extensión de la palabra, y no solo a el, que por su condición de niño pobre era visto como un "menos", sino a varios de sus compañeritos de la época, incluso, un par de años despues, a su propio sobrino cuando estaban en California.
Lo mas insólito es que, este curita decadente (no se me ocurre otro adjetivo) se defiende argumentando de buen talante que el si accedió indebidamente a los cuerpos de los jóvenes, pero en respuesta a un anterior acercamiento de Tavera en el que le pedía que lo tocase, ya que el era el objeto de sus deseos... ¡Por favor!, que ridiculez, ¿Cómo creen ustedes que a los 14 años un niño que le quiere dedicar, ingenuamente, su vida al Dios de los católicos, va a tenar un deseo sexual por un capellan?, ¿Acaso sabrá siquiera lo que es el deseo sexual? Yo creo que no. Lo que realmente debo resaltar aquí, es el descaro con el que este degenerado admite su pederastia ante las cámaras de televisión y, aún así, nadie se manifiesta, de hecho, lo apoyan con su silencio cómplice y no fue motivo suficiente incluso para la Fiscalía, que declaró precluido el caso. ¿Estos son los llamados "valores católicos"? A mi me parece mas a una mafia decadente y superficial que aplica una verdadera "ley del silencio" en una sociedad pacata, manipulada por estos criminales de sotana. De esta manera han logrado pasar ahora no solo por encima de la ciencia y la razón, (como históricamente han hecho) sino por encima de los niños y sus derechos, su inocencia y pureza, lo último que mantiene a esta sórdida humanidad separada de los animales mas bárbaros. A riesgo de caer en un cliché, denuncio públicamente la culpabilidad de Efraín Rozo y de toda la Iglesia Católica colombiana en el crimen de corromper al futuro del país y crear resentimientos en esos corazones que fueron usados para satisfacer los enfermizos deseos sexuales del gremio pastoral.
Desde mi condición de apóstata convencido y disteo irredento, veo simplemente otra muestra de la inutilidad e hipocresía de la Iglesia (de la cual no critico su existencia, claro está) para afrontar los tiempos: si quiere de alguna manera, mamtener a sus fieles, debe renovarse. no puede seguir permitiendo, por ejemplo, el celibato, porque de otra manera, desembocará si no en el homosexualismo, en la pederastia desvergonzada que nos ocupa.
Hago un llamado a no permanecer en silencio ante estos episodios tan crueles y descarados, no caigamos en la anestesia que nos quieren imponer; los pederastas como el cura Rozo no solo merecen la carcel, sin importar la prescripción de la pena, sino un castigo verdaderamente severo. No dejemos que la impunidad habite por aquí.
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