miércoles, abril 11, 2007

Dementia en clase


Sigo sentado. Ya no recuerdo en qué instante llegué hasta aquí, mierda, si tan solo pudiera comerme esa chocolatina de la forma más insolente, enfrente de ese tedioso auditorio y mostrarles mi orgasmo sensorial. Lo bueno es que habla de ética, algo que, contrario al resto de mis vicios necesito y no tengo, aunque sé que no la quiero y el mundo no sucumbirá si no me entero de ella.

Soy el único; el resto de mis compañeros parecen rumiar exitosamente el pseudodiscurso que no se dónde llegará. El monólogo va montado sobre el trillado lomo de la responsablidad. ¿Y a mi qué me importa? soy lo suficientemente responsable cómo para no dejarme morir, pero no para las trivialidades que debo escuchar y sufrir todos los días, cómo si madrugar y sentirme vivo no fuera suficiente tortura. Risas pendejas... ¡se ríen por ni mierda! ¡De esta porquería!

Menos mal que sé le está acabando el tiempo a este pobre tipo, hasta lo compadezco, patético, con un saco que estoy seguro, es prestado; y sus mangas, desproporcionadamente anchas. Ya me lo imagino siendo llevado y traído sin la menor resistencia por un par de enfermeros calvos, de uniforme blanco impecable, por los pasillos del campus...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Neh... Sabes, en la revista Nova Et Vetera salió un artículo muy interesante en el que un filósofo se cuestionaba el por qué hay gente que duerme durante la clase de filosofía...
(me parece una aberración tal como lo es el odio al chocolate, pero existe... y lo respeto T.T)
Creo que no tiene nada que ver con el tema, pero igual lo digo... te la presto cuando nos veamos... si es que algun día se puede...
Ayoosh Sousukecito!